El presidente francés, François Hollande, no ha tardado ni 24 horas en reaccionar después de las elecciones municipales del pasado domingo, en las que perdió 151 ciudades. Antes de que terminara el recuento, el presidente decidió aceptar la dimisión de su primer ministro Jean-Marc Ayrault y encargó la formación del nuevo Gobierno al Español Manuel Valls, quien fue director de comunicación de la campaña presidencial de Hollande, pese a la relación personal bastante tensa que tienen. Su ascenso tiene un doble objetivo: dar la vuelta a la mala comunicación del Gobierno, y dejar atrás el desastre de las municipales para mejorar el resultado en las próximas elecciones europeas de mayo.
Hollande anunció el cambio de primer ministro y prometió una bajada de las cotizaciones sociales que tienen que pagar los trabajadores hasta 2017. Dijo haber entendido el “claro mensaje” enviado por los ciudadaos el domingo.
El presidente reducirá el número de ministros, que hoy es de 38. Para tratar de disminuir el descontento del electorado, afirmó que seguirá fiel a los compromisos que adquirió y no olvidará para qué fue elegido.
Hollande se definió como socialdemócrata y ofreció un “pacto de responsabilidad” que consiste en bajar las cotizaciones sociales a las empresas y en recortar el gasto público.
Durante sus casi dos años pasados en como ministro de Interior, Valls tiene una imagen de hombre hiperactivo, providencial y voluntarista y ha mostrado su capacidad para detectar los asuntos sociales que crean consenso y gran habilidad para relacionarse con los medios de comunicación.
Valls se empleó a fondo en la promesa de firmeza y humanidad con las poblaciones más precarias de Hollande antes de las elecciones, como al defender la detención de la joven estudiante gitana durante una excursión escolar antes de deportarla con su familia. Hollande se vio amenazado porque Valls avisó que podrá dimitir si le desautorizaba. El presidente hizo un papelón internacional al ofrecer a la joven que volviera sola a estudiar a Francia. Mientras tanto, la popularidad de Valls se disparaba hasta el 89%.
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